martes, 15 de septiembre de 2009

EL EXAMEN COPROLÓGICO


Había firmado mi sentencia. Decidí consultar al Gastroenterólogo. Con el consabido afán de los médicos me preguntó por mis síntomas, me hizo un examen rutinario y empezó a diligenciar una fórmula ilegible ¡Que Novedad!.Tengo que ser sincera. Cuando la mujer del laboratorio tradujo lo que estaba escrito en el papel mi estómago se contrajo al escuchar: "Cuadro Hemático"

-Un antiguo temor a las agujas que la edad y la madurez no han disipado-.

Sin embargo, con el pasar de los días y la extracción de ese líquido precioso que llevo dentro, fue otra mi preocupación: EL EXAMEN COPROLÓGICO. Jamás había pensado tanto en mis deposiciones (sí...yo sé...esa palabra suena más desagradable que caca), la mierda se había convertido en una obsesión para mi y mi mamá contribuía a la causa preguntándome después de cada comida: ¿No tenés ganas? Mi frustración era mayor al tener que responder negativamente. LA ESTABA DEFRAUDANDO! me sentía como un niño de guardería que tras hurgar semanalmente en su nariz no encuentra un solo moco!. Las semanas pasaban y no había buenos indicios. Mi intestino era como un juzgado: LLENO DE PROCESOS COMPLEJOS SIN RESOLVER!.


Pero entonces el día llegó. Fue un día como todos....a la hora del almuerzo sentí que el momento había llegado y entonces empezó un operativo que nada tendría que envidiarle al trasplante de un órgano. Mi madre me deseó buena suerte y me entregó una ponchera grande; partí presurosa pero con la cabeza erguida hacia el mejor baño de mi casa, hice un pequeño esfuerzo y entonces toda la espera y toda la angustia valieron la pena. Ahí estaba, contemplándome desde el fondo de la ponchera, pulido, de un color uniforme, listo para ser entregado hasta a la más escrupulosa de las bacteriólogas.

No había tiempo que perder. Bajé con el producto envasado y le dije a mi mamá, a mi cómplice que el procedimiento se había llevado a cabo con éxito; que ahora lo más importante era llevarlo cuanto antes al laboratorio de confianza. Entonces, nos montamos afanosamente al carro. Yo lo sostenía con cuidado, casi con ternura (No todos los días se entrega un bollo); finalmente llegamos a la clínica, corrimos hacia el laboratorio, la bacterióloga me miró como una desconocida (no sabía qué me traía entre manos) pero entonces una de sus asistentes leyó mi mirada y adoptó una actitud respetuosa, comprensiva...entonces tomó de mis manos el tarro y a partir de ese momento todo fue más sencillo.


IBA A HACER HISTORIA!

4 comentarios:

  1. jajajaja. Muy bueno! Tiene el estilo de Postre de notas... Me reí mucho!

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  2. Siendo algo tan escaso me parece normal que te hayas encariñado...

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  3. Mujer, nos sacaste una risa, y casi que tenemos que poner una ponchera.

    Fino humor, a pesar de ser tan escatológico, pero lógico: te seguiremos leyendo.

    No te damos la mano, porque sabemos que haces con ellas.

    Un abrazo.

    Estamos en: http://chipreviejo.blogspot.com

    Entra: Tal vez, te rías. Si lo haces, quedamos en paz contigo.

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  4. Ya visité su blog y me gustó mucho.
    No se preocupen! me pueden dar la mano tranquilamente. El procedimiento fue tan limpio que no tuve contacto con el producto ;)

    Que bueno que los haya hecho reir. Me gusta reirme de mi misma y si eso hace reir a los demás...mucho mejor!

    Un abrazo!

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