
Hoy voy a escribir sobre la muerte.
Hay personas que nunca llegan a estar vivas realmente. Nacen, comen, duermen, van al baño y en general hacen todo lo que un ser humano normal hace pero la vida nunca llega a ensuciarlos….así era mi papá. Yo siempre supe que él no pertenecía a este mundo…estaba lleno de una gracia inexplicable, de una magia que envolvía cada uno de sus movimientos y de sus reflejos. Mi papá era barrigón, tenía los ojos del color de un atardecer, la piel blanca, los pies y las manos suaves y varios lunares en los brazos y el cuello que parecían querer desprendérsele con el más leve contacto. Se vestía desprevenidamente y después de hacerlo siempre se metía en el bolsillo un pañuelo y una peinilla de las que compraba en una farmacia conocida de Riosucio.
Se lavaba el pelo con Shampoo Johnson’s, comía devotamente mogollas integrales y tomaba kumis (cuando se hacía muy notoria su barriga). Compraba cantidades industriales de Vick Vaporub. Adoraba las farmacias y las panaderías.
Mi papá siempre fue cariñoso conmigo….estando sentada en sus piernas yo me sentía una princesa. Me acostumbré a escuchar su música, a disfrutar de su humor Chispiritesco, a dejarme conducir del cuello cuando salíamos a la calle, me acostumbré a su olor después de los viajes, a sus bolsillos llenos de monedas, a su risa contagiosa, a su amor fraternal, a su generosidad, a cogerle las orejas…me acostumbré a ir con él a Frisby en las ocasiones especiales, a su radio de pilas para escuchar los partidos….me acostumbré a que fuera mi papá.
La última vez que lo vi estaba acostado en la cama, tenía una pantaloneta negra y anaranjada y estaba hablando con un señor de Pensilvania sobre una casa que iba a comprarle. Me acuerdo que empecé a pensar en lo extraordinario del mundo….me parecía singularmente bello que tantas rarezas estuvieran reunidas en un ser humano que podía hablar, moverse y pensar… estuve un largo rato observando el compás de su respiración… me sentía orgullosa de quererlo TANTO. Una semana después se murió.